El mundo enfrenta en la actualidad una “multicrísis” que afecta al sector económico, pero también al político y al social, propio de un cambio de ciclo. De un largo periodo de expansión apoyada en la globalización de los procesos productivos, con baja inflación y tasas de interés cercanas a cero, se pasa a una etapa de menor crecimiento o incluso recesión en varias zonas del planeta, con elevada inflación, tasas de interés más altas, así como reacomodos sociales y políticos, que en ocasiones son violentos.
Adicional a lo anterior estamos inmersos en una revolución tecnológica parecida a la Revolución Industrial, con todos sus beneficios, pero también con elevados costos. En aquella época millones de personas se mudaron de las zonas agrícolas a las ciudades, con conocimientos que ya no eran útiles en su nuevo entorno, teniendo que aprender nuevas habilidades para poder adaptarse a los nuevos procesos productivos. Existen numerosos libros y novelas que muestran que las personas no siempre fueron exitosas en ese nuevo medio.
Hoy existe un proceso parecido, pero en el sentido tecnológico, en el cual desaparecen grandes sectores productivos, para ser sustituidos por procesos novedosos. Esquemas de transportación y del comercio, de hotelería, de las manufacturas y de los servicios, así como miles más cambian ante nuestros ojos creando conflictos por la dificultad para adaptarse, como es el reciente caso de los taxis en Cancún y otros ejemplos más. Este proceso no solo no se va a detener, sino que seguirá acelerándose, por lo cual los sistemas educativos deberán adaptarse o se ampliará aún más la brecha entre nuestra población y la de las naciones más desarrolladas.
Por otro lado, la economía mexicana está en los mismos niveles que tenía hace cinco años, lo que significa una caída en los ingresos de la mayoría de las familias. La mayoría del crecimiento que se tiene está basado en el sector externo, ya sea por medio de las exportaciones, por la emigración de los trabajadores que mandan remesas a sus familias en México y por el turismo extranjero. Sin embargo, en la medida en que se detenga el dinamismo en el exterior, principalmente en Estados Unidos, se frenará la actividad en el nuestro.
Cada vez es más claro que el llamado nearshoring puede ser una alternativa adicional para fomentar el crecimiento en México. El WEF lo define como el proceso por medio del cual se instala la empresa o un proceso de esta en un país cercano, en donde la mano de obra, la energía y/o los impuestos son más baratos y reducidos, así como las comunicaciones y el transporte son confiables. Otra palabra que se escuchará cada vez más es el friendshoring que significa que las empresas se instalarán en países que tienen valores compartidos.
Además, diversas disposiciones legales en Estados Unidos tienen el objetivo de fomentar el nearshoring, para que las empresas se retiren de China y otros países y busquen instalarse en otras naciones. Entre las mismas están el Acta de Reducción de la Inflación, además la llamada CHIPS, la IEEPA y diversas disposiciones que dificultan que las empresas multinacionales operen en los llamados “países de preocupación”.
Diversos estudios estiman que nuestro país puede recibir cerca de 50 mil millones de dólares en los próximos años por este concepto, con lo que las exportaciones se incrementarían en 150 mil millones de dólares, lo que equivale a más de 10 por ciento del PIB. Por otro lado, modificaciones legales presionan para que las empresas utilicen insumos que sean fabricados con energía renovable, lo cual les obliga a realizar cambios profundos en sus procesos manufactureros y en su cadena de aprovisionamiento.
México está en una posición envidiable para aprovechar este nuevo entorno, pero es transitorio y se puede perder una vez más la oportunidad para mejorar el nivel de vida de la población.