Biden y AMLO abren con brusquedad sus reuniones en México

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El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador desafió a su par estadounidense Joe Biden a poner fin a una actitud de “abandono” y “desprecio” por América Latina y el Caribe cuando los dos líderes se reunieron el lunes, lo que dio lugar a una brusca apertura de una cumbre de líderes norteamericanos.

Los comentarios contrastaron con las muestras públicas de afecto entre López Obrador y Biden poco antes, cuando sonrieron, se abrazaron y se dieron la mano para las cámaras. Pero una vez que los dos se sentaron en un salón del Palacio Nacional, flanqueados por delegaciones de altos funcionarios, las añejas tensiones no tardaron en salir a la superficie.

López Obrador desafió a Biden a mejorar la situación en toda la región y le dijo que “tiene la llave para abrir y mejorar sustancialmente las relaciones entre todos los países del continente americano”.

“Este es el momento de terminar con ese olvido, ese abandono, ese desdén hacia América Latina y el Caribe”, agregó.

Biden respondió defendiendo las erogaciones de miles de millones de dólares de Estados Unidos en ayuda en todo el mundo en los últimos 15 años, y dijo que “lamentablemente, nuestra responsabilidad no termina en el hemisferio occidental”. El gobernante también se refirió a los 100.000 estadounidenses que han muerto por la “plaga del fentanilo”, una droga que ingresa por la frontera de México, y habló de las acciones conjuntas que deben tomar para enfrentar el narcotráfico.

Si bien ambos gobernantes se comprometieron a trabajar juntos, fue un intercambio notablemente brusco que se dio ante los periodistas, quienes tras el tenso momento fueron sacados del salón. Biden y López Obrador se reunieron en privado durante una hora antes de cenar con el primer ministro canadiense Justin Trudeau y sus esposas.

Tras la reunión bilateral, el canciller mexicano Marcelo Ebrard dijo en su cuenta de Twitter que la conversación fue “espléndida”, y que fue “la más productiva y cordial” entre los mandatarios.

La mayor parte del trabajo de la cumbre se manejará el martes, cuando los tres líderes sostendrán conversaciones nuevamente.

La reunión se lleva a cabo de forma anual, aunque hubo una interrupción mientras Donald Trump era presidente de Estados Unidos. A menudo se la llama la “cumbre de los tres amigos”, una referencia a los profundos lazos diplomáticos y económicos entre los tres países norteamericanos, pero han surgido nuevas tensiones.

Las tres naciones se esfuerzan por gestionar lo mejor posible el movimiento de personas hacia Norteamérica y por acabar con el contrabando de personas, que genera grandes ganancias al ser persuadidos los migrantes de realizar el peligroso viaje a Estados Unidos.

Además, Ottawa y Washington acusan a López Obrador de violar un acuerdo de libre comercio al favorecer en materia energética a la Comisión Federal de Electricidad mexicana frente a las centrales eléctricas construidas por inversores extranjeros y privados del país. Por su parte, a Trudeau y a López Obrador les preocupan los intentos de Biden de impulsar la producción nacional, lo que genera inquietud por la posibilidad de que los dos vecinos de Estados Unidos se queden atrás.

La relación entre Biden y López Obrador no ha sido especialmente buena en los últimos dos años. El mandatario mexicano no oculta su admiración por Trump y el año pasado no acudió a una cumbre en Los Ángeles en protesta porque Biden no invitó a los gobernantes de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

A pesar de ello ha habido intentos de descongelar la relación. En un gesto de atención a López Obrador, Biden arribó al nuevo aeropuerto internacional Felipe Ángeles, un proyecto muy apreciado por el presidente mexicano pese a ser controversial.

El aeropuerto, que se prevé tenga un costo de 4.100 millones de dólares cuando esté terminado, está a más de una hora en auto para llegar al centro de la ciudad, tiene pocos vuelos y hasta hace poco carecía de agua potable. Sin embargo, es uno de los proyectos claves que López Obrador se apresura a concluir antes de que termine su mandato el año que viene, junto con la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya en la península de Yucatán y un ferrocarril que una puertos en el Istmo de Tehuantepec, entre el Golfo de México y el Océano Pacífico.

El tono de la tarde contrastó con la cordialidad mantenida durante la mañana. Principalmente hubo coincidencias en materia migratoria.

Biden, el primer jefe de la Casa Blanca que visita México en casi una década, aterrizó en la capital el domingo por la noche y fue recibido por su par mexicano. Luego se subieron a la limusina blindada de Biden, conocida como la “Bestia”, para cruzar la Ciudad de México hasta al lugar donde pernoctaría el mandatario estadounidense. Esa conversación fue el primer contacto privado y directo de los mandatarios, dos políticos que tienen distintas visiones y prioridades.

“Hablamos en muy buenos términos”, dijo López Obrador en su conferencia matutina del lunes. “Platicamos sobre temas que vamos a tratar en la reunión de hoy”.

Además de migración, el mandatario mexicano dijo que dialogaron sobre el desarrollo y la integración no sólo de América del Norte sino de todo el continente, tanto en lo económico como en lo social.

“Que se logre la unión entre todos los países del continente americano, que podamos complementarnos, porque es el continente con más potencial, con más recursos”, afirmó.

López Obrador dijo que no se habló de la reciente detención de Ovidio Guzmán, uno de los hijos del encarcelado narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán, exlíder del Cártel de Sinaloa, aunque diversos analistas consideraron que su captura fue un regalo previo a la visita, lo que el mandatario mexicano consideró una “falta de respeto” hacia quienes llevaron a cabo la acción y los 10 militares que perdieron la vida.

Antes de viajar a la capital mexicana, Biden anunció un importante cambio en la política fronteriza, y el sábado pasó cuatro horas en El Paso, Texas, su primer viaje a la frontera desde que es presidente.

Según el acuerdo anunciado el fin de semana, que contó con el beneplácito del gobierno mexicano, México aceptó recibir cada mes a 30.000 cubanos, nicaragüenses, venezolanos y haitianos devueltos desde Estados Unidos, y a cambio Washington ofrecerá cada mes visas temporales de trabajo al mismo número de personas de esas cuatro nacionalidades si cumplen con ciertos requisitos, incluido el llegar en avión.

“Apoyamos todas estas medidas de dar opciones, dar alternativas”, agregó López Obrador. “Si esto se consolida, va a generar una esperanza en la gente que quiere salir” de sus países. En su opinión, podría ser “un inicio” para tener una migración más ordenada y por eso consideró viable su eventual ampliación.

Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de Biden, dijo a los periodistas que las conversaciones continuaban y fue cauto con el tema de la migración, muy controvertido en la política interna estadounidense y que grupos defensores de los derechos humanos consideran que recuerda la línea dura del expresidente Donald Trump.

“Lo que necesitamos es ver cómo funciona en la práctica el programa anunciado la semana pasada, qué ajustes hay que hacer a ese programa —si es que hay que hacer alguno—, y entonces podremos hablar de dar los siguientes pasos”, indicó Sullivan.

El envío de más migrantes a México podría ayudar a resolver el problema que tiene Estados Unidos para deportar a personas a ciertos países con los que carece de relaciones o son tensas.

Pero un funcionario estadounidense que forma parte de la delegación de la cumbre, y que pidió guardar el anonimato para poder hablar de negociaciones en marcha, dijo a la AP que los tres países están explorando distintas vías para abordar la cuestión migratoria, y una de las áreas en las que podría haber anuncios es la de la cooperación bilateral.

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