En México es bien conocido que a la gente le encanta comer todo tipo de platillos con chile, pan y chocolate, pero quizás no tantas personas sepan que detrás de varios alimentos de nuestro día a día estuvo la mano del emperador Maximiliano de Habsburgo, quien gobernó México de 1864 a 1867.
Y aunque no significa que el monarca se haya puesto detrás de un fogón a preparar algunos alimentos, su influencia, sus refinados gustos personales y su creatividad dieron pie a estos platillos y sabores que se han arraigado en la gastronomía mexicana.
El primer alimento a destacar son las enchiladas suizas que son tortillas dobladas y rellenas de pollo, bañadas en una salsa de chiles con una capa gruesa de queso gratinado encima y un pequeño toque de crema, por el placer visual provocado a los creadores de dicho platillo lo compararon con un paisaje de los Alpes suizos, de ahí el origen del nombre otorgado.
La relación que se le da con Maximiliano de Habsburgo es gracias a su mayordomo el cual abrió un restaurante en el centro de la ciudad que después cambio de nombre y actualmente se le conoce como Sanborns de los azulejos, ahí recreaba platillos con los que se alimentaban tanto el emperador como su esposa, la emperatriz Carlota, combinaba elementos de la gastronomía europea y mexicana, a ese lugar se le atribuye el origen del platillo.
La segunda creación se trata del riquísimo bolillo, de acuerdo con historias en México, su origen se remonta a la llegada del emperador que traía consigo a su panadero Camile Pirotte quien llegó a Guadalajara en 1864, después de haberse incorporado como miembro del ejército francés.
Dadas las instrucciones del Segundo Emperador de México, los franceses tenían la obligación de enseñarle a los tapatíos sobre los oficios que desempeñaban en su tierra natal, como la carpintería. la música o la cocina. Pirotte se encargó de mostrarles cómo se elabora el pan y en un intento de replicar la baguette francesa y no contar con suficiente levadura, dejó que la masa se echara a perder, con lo que descubrieron la técnica para la fabricación de lo que se conoce como birote, que es el antecedente del bolillo.
Y el último de los alimentos se trata del tradicional chocolate de olla, cuenta la leyenda mexicana que el dios Quetzalcóatl le regaló a los humanos el árbol del cacao, el cual con el paso del tiempo se le conocería como alimento de los dioses, siendo los mexicas quienes habrían de perfeccionar la técnica para trabajarlo y que llegara a deleitar el paladar de los habitantes.
A través del Virreinato se dio lugar a la fusión de cocinas españolas y mexicanas, dando lugar a que el chocolate pasara de ser consumido solo en agua a prepararse también con leche. Transcurrieron los siglos y en tierras aztecas se estaba atravesando el Segundo Imperio Mexicano encabezado por Maximiliano de Habsburgo y su esposa, la emperatriz Carlota Amalia.
Aunque a los cocineros de la corte les gustaba preparar el chocolate tradicional con agua, dos cucharadas de cacao, tres de azúcar y una de canela, a la emperatriz le agradaba mucho más el chocolate a la francesa, el cual consistía en mezclarlo con tablillas de chocolate amargo, leche y azúcar morena para posteriormente calentarlo en una olla y batirlo con un molinillo.
Podían llegar a añadirle un ligero toque de coñac, ya que era una bebida bastante espumosa, en el palacio se acostumbraba hornear panque imperio para acompañar la bebida. Carlota ofrecía comúnmente esa preparación durante sus reuniones, de esa forma es como el fruto mexicano se convirtió en uno de los antojitos preferidos de la esposa del emperador.
La costumbre de tomar una taza de chocolate se encuentra aún muy presente en la actualidad, pues no puede faltar en una fiesta, junta, celebración, o bien para un día frío lluvioso el chocolate siempre es una excelente opción.